
Pierre Brisboi
Una historia Belga
“Tuve la suerte de ser belga y no boliviano o peruano."
Guarda en una mochila su ropa y con la mano sostiene un pasaje de avión. El ticket revela en su impresión el lugar de destino y fecha. Aquel viaje que sólo duraría dos meses y que es producto del arrebato de un par de estudiantes en Inglaterra, detona en Pierre BrisBois (34) el cambio de ruta no sólo de su aventura, sino de su vida. “Estudié ingles en Inglaterra y conocí a un chileno, me cayó bien, me invitó pa´ acá, me gustó y me quedé. Llegué a Santiago y me fui directamente para el sur con mi amigo a pasar el verano. Después me devolví a Bélgica a buscar mis maletas grandes”, relata con emoción.
Pierre Brisbois llegó a Chile hace trece años influenciado por un amigo. Sus expectativas del viaje no iban más allá de conocer un lugar nuevo. Sin embargo, su ambición lo ancló. “Me vine sólo, sin familia. Estudié administración de empresas en el Duoc y trabajé haciendo muebles y traducciones”, explica el belga. Las oportunidades de establecerse y crear un negocio de importación y exportación eran magnánimas para él cuando llegó, ya que al ver lo que se podía hacer en Chile, las ganas de ser un empresario aumentaron.
Su habilidad en el aprendizaje de lenguas hizo que el español no fuera un obstáculo. En su estadía su compañero de viaje les presentó a sus amigos. Brisbois descubre que la calidez del chileno no tiene comparación con la de los belgas, “todos fueron muy simpáticos conmigo y llegué indirectamente a un grupo de personas, digamos amables, con quienes yo podía contar”, recuerda con una sonrisa. Esta suma de factores son medulares en su decisión, por no retornar a Bélgica.
Sin embargo, rompe la burbuja en la cual estaba inmerso; aquel estereotipo de chileno amable y acogedor le es irreconocible al descubrir el racismo y clasismo existente. “Todo el mundo quiere saber no solamente tu nombre sino tus apellidos para saber de que familia vienes. Hay un clasismo y un racismo tremendamente duro, que no conlleva a nada y eso es algo que me chocó al llegar. Y eso está fomentado por las mismas familias y me parece nefasto” comenta con decepción. “Me baso en lo que veo en la calle, si eres americano del sur, nadie presta tanta atención que a un europeo. Aquí el chileno habla muy mal y pela al argentino que se cree la muerte y, yo creo que Chile se la cree más y con menos razones que Argentina. Ósea yo quiero mucho a Chile, pero veo a argentinos de vez en cuando creyéndose la muerte que buscan formas de creérsela. El chileno por lo general se la cree sin justificación alguna y eso es impactante, eso es lo que fomenta el desprecio en el decir “peruano culiao” o “boliviano huaso” y eso es Chile. Sobre todo Santiago que es donde, tengo la impresión, hay más racismo y clasismo”, confiesa Pierre.
Su altura, ojos azules, facciones cuadradas y pelo rubio llaman la atención de quienes lo rodean. Nunca ha sido discriminado. “Tuve la suerte de ser belga y no boliviano o peruano “, argumenta en lo que respecta a lo social. Sin embargo, preferiría ser chileno en lo económico. Pierre reconoce que Chile se mueve por pitutos y el ser extranjero dificulta todo tipo de lazo con el empresariado nacional a la hora de forjar relaciones con sus pares industriales.
Pierre Brisbois ama a este largo y angosto país, su vida se torna más interesante para él al haberse casado y tener hijos chilenos. Extraña a su familia belga, sin embargo, algunas costumbres como la cerveza, choritos con papas fritas y el francés, mantienen latente su nacionalidad en un país donde el extranjero puede confundirse y perder su esencia entre tanta discriminación.










