BIENVENIDOS MONOS DEL MUNDO he aquí la confusión máxima donde lo real no es igual para todos. Les presento así, un espacio, un lugar para leer y opinar.. o sólo leer . SEA COMO SEA SOMOS TODOS UNOS MONOS =)

BEAUTY IS IN THE EYES OF THE BEHOLDER

BEAUTY IS IN THE EYES OF THE BEHOLDER
¡UN POCO DE ....ÑE!

lunes, 4 de junio de 2007

P . A . R . A . N . O . I . A




Tantos años huyendo y esperando y ahora el enemigo estaba en mi casa. Desde la ventana lo vi subir penosamente por el áspero camino del cerro. Sus manos estaban llenas de sangre y espinas por trepar entre los árboles y el barro cubriendo su cara no dejaba ver signos de dolor. Mi corazón palpitaba de tal estrepitosa forma, que sentía cómo intentaba zafarse de los músculos y costillas que lo contenían en su lugar. Bajé a la cocina y sobre la mesada un vaso con agua. Tomé un sorbo, el más dulce sorbo que jamás había sentido. Miré una gaveta, la abrí y empuñe aquel cuchillo que mi padre solía usar para degollar a los cerdos y corderos del fundo. Alcé la vista nuevamente por la ventana y descubrí la cara de mi enemigo mirándome fijamente a los ojos. Mis manos y labios temblaban. Sin darme cuenta y en fracciones de segundo cerré todo aquel umbral de la casa que permitiese su entrada. Subí las escaleras, entré en mi pieza y con todo lo que encontré hice una trinchera. Me cubrí el cuerpo con mantas, rezando aquella oración que mi madre me había enseñado, cerré los ojos y esperé.
No sé bien cuánto rato permanecí en esa posición en aquel rincón. No sé si la angustia y el cansancio cerraron mis ojos y dormí. No sé si lo imaginé.
Descubrí mi cabeza y bajé la manta, levanté la vista y un haz de luz anaranjada me cegó. Traté de mover mis piernas acalambradas, mis brazos y mi cuerpo. Una vez de pie, corrí los muebles aglomerados junto a la puerta, la abrí. Revisé la casa. En ese minuto sentí un escalofrío que recorrió todo mi cuerpo y se apoderó de mí la sensación más horrible que pude vivenciar, la soledad. Me sentí vulnerable, pequeño.
Me sentía mareado, salí de la casa, respiré. La luz de la luna fue suficiente como para ver mi reflejo en el frío lago que allí había. Sin embargo, no era mi imagen la que se reflejaba, era la paranoia. La paranoia había tomado mi forma. Con la mano golpeé el agua y con ésta me mojé el rostro. Ya agotado y muy desorientado regresé a la casa. Encendí el fogón para calentar aquel denso y frío aire de la casa. Puse la tetera sobre el metal caliente. Acerqué una silla y sentándome sobre ésta, decidí leer, relajarme.
El calor, las letras y oraciones del libro que en mis manos caía, me indujeron a dormir.

Sigilosamente volvió a subir el cerro, escaló la parra enredada en el frontis de la casa. Bajó las escaleras y asomó su rostro por la puerta de la cocina. Me vio inconsciente, asustado, se acercó pensando que el encuentro de aquel mismo día me había producido un ataque cardíaco. Tomó el mismo vaso del cual yo había bebido horas antes y lo lanzó sobre mi cara. Abrí los ojos y mi corazón latió lentamente, más de lo normal. Mi enemigo sintió igual. La sorpresa de ver a aquel individuo tan menospreciado frente a mí, me hizo brincar de la silla. Frente a frente, de pie y cara a cara, descubrí que el engendro de mi odio, era yo mismo.

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