BIENVENIDOS MONOS DEL MUNDO he aquí la confusión máxima donde lo real no es igual para todos. Les presento así, un espacio, un lugar para leer y opinar.. o sólo leer . SEA COMO SEA SOMOS TODOS UNOS MONOS =)

BEAUTY IS IN THE EYES OF THE BEHOLDER

BEAUTY IS IN THE EYES OF THE BEHOLDER
¡UN POCO DE ....ÑE!

lunes, 11 de junio de 2007

Sórdido



El olor a porros invadía la pieza, el aire se notaba denso y los cuerpos, apiñados en el suelo unos sobre otros, formaban una alfombra humana. Los colores parecían radioactivos, lo cegaban. La pequeña habitación simulaba al mar. El movimiento de los cuerpos se contorneaban al compás de la música trance. Sus ojos rojos solo le permitían ver borrosamente la cara de Colomba. Su mano derecha apretaba fláccidamente una botella de agua y la izquierda sostenía una pastilla de éxtasis.
Sick, se levantó, soltando lo que en sus manos, alguna vez estuvo. Sus piernas temblaban y su mirada se notaba perdida. Sus manos sudadas dejaban una estela en las paredes que tocaba, para poder guiarse y avanzar entre los cuerpos desnudos. Colomba yacía boca a bajo y de su garganta salía, roncamente, sonidos que exclamaban ayuda.
Sick la divisa, enfoca difícilmente los ojos sobre ella. Sus movimientos eran lentos, torpes, débiles. Levanta uno a uno sus pies, se tropieza, cae y se vuelve a levantar. Colomba estira su mano y cambia de posición su cuerpo. Aún bajo los efectos alucinógenos, su mirada se detiene en los labios de ella. Su sonrisa, sus movimientos, sus angulares rasgos y su largo cuello. Sick, toma su mano y con fuerza la jala acercándola a su cuerpo y despegándola del suelo. Una vez juntos, la vergüenza se posiciona de ellos. La lucidez los golpea, exiliándolos de aquel estado del cual fueron segundos atrás partícipes. Sus pálidas pieles toman color y de las cortinas, rompen la tela para usarla de túnica. La música se hace lejana y los latidos de sus corazones les dan otro ritmo a sus cuerpos.
Colomba estira su mano bruscamente, toma su cara de forma agresiva y lo acerca. Ella encuentra su cara con la de él hasta cierto punto. Sus narices rozan y el aliento de ambos se mezcla. Sus ojos expresaban pasión y los de él, miedo. Colomba mueve sus labios y suavemente deja escapar las palabras. Sick parece sordo, en otra dimensión. Aquella imagen le es familiar, como un deja vou. La fémina remece la cara de él inesperadamente. Esta vez, el aire de sus pulmones amplifica el sonido de su voz, gritándole. Sick descubre que ya lo había vivido.
Los ojos húmedos de Colomba, lo miran. Sick no entiende por que llora. Ella sostiene aún el rostro, pero cada vez más suave, hasta caer. Con su dedo índice recoge el agua salada que cae por su rostro y lo roza contra los labios de Sick.
La mujer gira y su pelo rizado golpea el brazo del hombre. La sala, parece tomar cada vez mas vida, más lucidez. Coloma voltea nuevamente, lo mira, detiene su paso. Cierra los ojos y abre su boca. El sonido parece estallar en el lugar, rompiendo todo a su paso, hasta los tímpanos de Sick. Él cae, su cuerpo se desploma sobre los otros, inconciente.El olor a porros invadía la pieza, el aire se notaba denso y los cuerpos, apiñados en el suelo unos sobre otros, formaban una alfombra humana. Los colores parecían radioactivos, lo cegaban. La pequeña habitación simulaba al mar. El movimiento de los cuerpos se contorneaban al compás de la música trance. Sus ojos rojos solo le permitían ver borrosamente la cara de Colomba. Su mano derecha apretaba fláccidamente una botella de agua y la izquierda sostenía una pastilla de éxtasis

miércoles, 6 de junio de 2007

La Ley del Talión no siempre se cumple.




... Cronica de David Bowie...
Jones cayó al suelo, sangrando, cansado, casi inconciente. Aquel quinceañero de delgada figura y blanca piel, se tiñó de rojo. El asombro en las caras de quienes alentaron la pelea era una imborrable expresión. Underwood aun en posición de ataque, permanecía inmóvil. El sentimiento de culpa nunca se había sentido tan latente en George y Jones nunca agradeció tanto aquella bronca de la cual nunca cobró venganza.



David Robert Jones, nació el 8 de enero de`47 en Bromley, Londres. El pueblo no era muy grande, las expectativas de triunfar tampoco. Sin embargo, existían elementos capaces de desdoblar a los oyentes y llevarlos más allá de las fronteras de su imaginación, la música. De niño, aprendió saxofón, aquel metálico instrumento reveló en él, aquel apetito insaciable por el ritmo. Influenciado por el R&B y el jazz, Jones y su mejor amigo de la infancia y escuela, George Underwood, deciden formar The Konrads.
Tras tocatas y presentaciones, descubren que su banda no es para permanecer por siempre en un garage o para tocar sobre el escenario del colegio. Quieren más. David opta por cambiarse el apellido, de modo artístico, a Bowie. Nuevos temas, nuevos proyectos; pero para toda inspiración es necesario una musa. Un ente que pueda alborotar los sentimientos más humanos y capaz de despertar los sentidos en su máxima expresión. También puede ser razón de choques emocionales, donde la pasión y el honor son quienes dirigen la guerra.
El ring es la sala de clases. Los espectadores son los compañeros. La razón, una chica.
En una esquina está Bowie de peso mini mosquito, en la otra está Underwood de peso mosca. El enfrentamiento comienza, el ambiente se calienta, pero la ira es superior. No sólo estaba en juego aquella bella mujer, sino que también el honor estaba de por medio. El blanco, casi transparente, Bowie recibe en su ojo izquierdo un golpe. Golpe lleno de malicia, al esconder tras el puño un compás. David cae al suelo. George descontrolado y angustiado pide ayuda, suelta el objeto lleno de sangre y asume la responsabilidad.

El tiempo pasa y las heridas sanan, esta vez sin rencor. Bowie queda con un ojo café, excelente visión y sano. Su otro ojo, pierde el color tomando un tono más bien azulino, ciego, fijo y de pupila dilatada. “las mujeres pasan, los amigos quedan”. La ley del Talión no se cumplió. Esta llaga, se transformó en su sello, su esencia. No es sólo una marca de guerra, es su signo de distinción. Bowie y Underwood vuelven hacer amigos, increíble dúo. George fue le responsable de varias portadas de algunos de sus Lps de la década de los ´60 más conocidos, como “Ziggy Stardust” o “Hunky Dory”
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David adquirió fama, y junto con ella descubrió su capacidad de trasformación, obteniendo el nick de “El camaleón”. Folk pop, Rock, Soul, Glam Rock, Música Electrónica y otros, son los pasajes de sus mutaciones como artista, donde su ojo es el elemento distintivo más fuerte entre los artistas del género que incluso lo ayudó a conseguir una apariencia casi andrógena en su momento. Bowie actualmente tiene 60 años, nunca se le escuchó lamentar aquel pleito con George Underwood. Explota y ama su imagen, se considera especial, único. Tras 45 años del incidente, David reconoce nunca haber pensado en la revancha.

lunes, 4 de junio de 2007

P . A . R . A . N . O . I . A




Tantos años huyendo y esperando y ahora el enemigo estaba en mi casa. Desde la ventana lo vi subir penosamente por el áspero camino del cerro. Sus manos estaban llenas de sangre y espinas por trepar entre los árboles y el barro cubriendo su cara no dejaba ver signos de dolor. Mi corazón palpitaba de tal estrepitosa forma, que sentía cómo intentaba zafarse de los músculos y costillas que lo contenían en su lugar. Bajé a la cocina y sobre la mesada un vaso con agua. Tomé un sorbo, el más dulce sorbo que jamás había sentido. Miré una gaveta, la abrí y empuñe aquel cuchillo que mi padre solía usar para degollar a los cerdos y corderos del fundo. Alcé la vista nuevamente por la ventana y descubrí la cara de mi enemigo mirándome fijamente a los ojos. Mis manos y labios temblaban. Sin darme cuenta y en fracciones de segundo cerré todo aquel umbral de la casa que permitiese su entrada. Subí las escaleras, entré en mi pieza y con todo lo que encontré hice una trinchera. Me cubrí el cuerpo con mantas, rezando aquella oración que mi madre me había enseñado, cerré los ojos y esperé.
No sé bien cuánto rato permanecí en esa posición en aquel rincón. No sé si la angustia y el cansancio cerraron mis ojos y dormí. No sé si lo imaginé.
Descubrí mi cabeza y bajé la manta, levanté la vista y un haz de luz anaranjada me cegó. Traté de mover mis piernas acalambradas, mis brazos y mi cuerpo. Una vez de pie, corrí los muebles aglomerados junto a la puerta, la abrí. Revisé la casa. En ese minuto sentí un escalofrío que recorrió todo mi cuerpo y se apoderó de mí la sensación más horrible que pude vivenciar, la soledad. Me sentí vulnerable, pequeño.
Me sentía mareado, salí de la casa, respiré. La luz de la luna fue suficiente como para ver mi reflejo en el frío lago que allí había. Sin embargo, no era mi imagen la que se reflejaba, era la paranoia. La paranoia había tomado mi forma. Con la mano golpeé el agua y con ésta me mojé el rostro. Ya agotado y muy desorientado regresé a la casa. Encendí el fogón para calentar aquel denso y frío aire de la casa. Puse la tetera sobre el metal caliente. Acerqué una silla y sentándome sobre ésta, decidí leer, relajarme.
El calor, las letras y oraciones del libro que en mis manos caía, me indujeron a dormir.

Sigilosamente volvió a subir el cerro, escaló la parra enredada en el frontis de la casa. Bajó las escaleras y asomó su rostro por la puerta de la cocina. Me vio inconsciente, asustado, se acercó pensando que el encuentro de aquel mismo día me había producido un ataque cardíaco. Tomó el mismo vaso del cual yo había bebido horas antes y lo lanzó sobre mi cara. Abrí los ojos y mi corazón latió lentamente, más de lo normal. Mi enemigo sintió igual. La sorpresa de ver a aquel individuo tan menospreciado frente a mí, me hizo brincar de la silla. Frente a frente, de pie y cara a cara, descubrí que el engendro de mi odio, era yo mismo.

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